14 de diciembre de 2011

No ignores la tristeza

No ignores la tristeza
Ábrele espacio para que respire.
La tristeza es un hueco en el amor.
Una fuga transitoria de energía....
Un camino hacia uno mismo.
La revisión profunda de algún espacio roto.

No ignores la tristeza.
Pues toda emoción es necesaria y conveniente.
La tristeza te ayuda a detenerte temporalmente.
A alejarte de todo lo mundano.
Te deja en la puerta de un nuevo comienzo.
Reconócela.
No la confines a un espacio muerto.
No la encierres bajo llave.
No permitas que se entierre.
No la disfraces con mentiras lindas.

No ignores la tristeza.
Escucha su mudez, siente su calma.
Ella no pretende avergonzarte.
No todos los días son soleados.
Todo tiene un lado débil.

No ignores la tristeza.
Permítele que hable en su dialecto.
Que te conduzca hasta el final de la bajada.
Y cuando vuelva la otra fase de la Luna
el rayo de luz traspasará el prisma
y volverá a encenderse de colores tu alegría.

No ignores la tristeza.
Todas tus emociones son importantes y necesarias.
No siempre estarás en el lado fuerte.
Expresa lo que sientes.
Pronto volverás a estar alegre
No ignores la tristeza …




A propósito de la locura lo cura


Vivimos en una sociedad enferma. Basta considerar sólo dos síntomas: la insatisfacción y la incapacidad de vivir en paz. Intranquilidad en lo elemental. Todos los valores predisponen a la enfermedad. El éxito se logra a través de la negación de los actos. Pero no son las cuestiones políticas las que hacen que no funcione el ser humano, pues tenemos que asumir que es el ser humano el que hace funcionar cualquier política. No podemos hablar de enfermedad si no hay capacidad de dudar de lo que uno más quiere, de lo que más estabilidad le da. Si no nos atrevemos a dudar: repetiremos, iremos en una cadena en la que un ciego guía a otro. Lo que más atemoriza al ser humano es caer en una crisis, porque pone de manifiesto todo lo que está irresuelto: la dependencia, la necesidad, la carencia... No se puede resolver nada profundo si no es a través de una crisis, pues ella misma posee los elementos de la curación. Los procesos terapéuticos deben buscar los momentos de crisis, provocarlos, no irlos suavizando. La crisis del paciente es una estrategia heroica. El ego viene de tal manera disfrazado que parece que sufre, que pide ayuda, pero lo único que intenta es fortalecerse y seguir en el trono. ¡El ego intenta la salud pasando primero por un salón de belleza! Sin embargo, el proceso de la curación pasa por convertirse en un enfermo más enfermo. Y es ahí donde el terapeuta intelectualiza más, para parecer menos enfermo y tener más control. Si la salud y la verdad no se manifiestan libremente no son tal. Si yo tengo que controlar mi pensamiento, mi emoción y mi acción, es que hay algo irresuelto en mí. La presencia y la transparencia no amenazan a nadie, no atentan contra nadie, al ego sí, porque teme perder el control, como si creyera que la esencia humana es mala. La diferencia entre terapeuta y paciente es que el primero reconoce su enfermedad, seguirá estando enfermo y no se opondrá a este continuo caminar, mientras el segundo se niega, se quiere quitar la enfermedad y su fantasía es realizar el tratamiento para no ser más un enfermo. La lucha del terapeuta es enseñarle que las cosas suceden y que tener actitud ante la vida es trascender el sufrimiento, trascender la enfermedad, que esto no se va a acabar hasta el día de morir. En lugar de resolver se trata de fortificar la actitud ante la vida; hay cosas que no podemos cambiar, pero podemos cambiar la actitud hacia ellas. Esto es aceptación y sólo con la aceptación se acabarán los porqués. El verdadero trabajo terapéutico no es alcanzar una meta sino estar en el camino, no importa dónde se esté, sino cómo se está. 

Guillermo Borja

9 de diciembre de 2011

La locura lo cura, Guillermo Borja

El mejicano Guillermo Borja (1951-1995) pertenece a un linaje de excepción, el de los terapeutas malditos, el de los psiquiatras enloquecidos, cuyo rasgo distintivo consiste en dejarse exasperar por la fascinación de la locura que habita a todo psicoterapeuta. Pasar del deslumbramiento
a la posesión. Wilhelm Reich, David Cooper, Sandor Ferenczi, comparten con Borja este poco envidiable privilegio, inevitablemente acompañado de persecución, ensañamiento y martirización. Su libro "La Locura lo cura. Manifiesto Psicoterapéutico" (Ediciones del Arkan, México, 1995) fue escrito
en el penal de Almoloya, en el que cumplió una condena de cuatro años por "atentado contra la salud ". En verdad el libro fue grabado, luego transcrito por un preso psicótico, sin ortografía ni puntuación, y más tarde corregido por Felipe Agudelo.


Todo terapeuta sólo curará lo que haya sido capaz de contemplar en su interior.
"Guillermo Borja"